El conocido
como "cráter del fin del mundo" que se formó en el norte de Siberia y
cuya imagen ha atraído más de 9 millones de visitas en YouTube no es único y es
un fenómeno natural que corrobora el cambio climático, según los científicos.
"El
cráter confirma que el cambio climático es real. Lo extraordinario es que este
fenómeno a toda vista natural haya ocurrido en un espacio de tiempo tan corto,
ante nuestros ojos", aseguró Leonid Rijvanov, doctor en Geología por la
Universidad de Tomsk (Siberia).
Normalmente,
los fenómenos geológicos son resultado de procesos de cientos o miles de años,
pero los "agujeros negros", como también son conocidos los cráteres
aparecidos en la península de Yamal, que significa "Fin de la Tierra"
en lengua aborigen, son relativamente recientes.
"Son
consecuencia directa del calentamiento de nuestro planeta que está provocando
que se derritan los hielo perpetuos que cubren la tundra siberiana. Aunque no
es algo catastrófico, ya que Siberia es un lugar muy sensible a los
cambios", apunta.
Rijvanov
recuerda que el hielo contiene gas y cuando se reduce el espesor de la
superficie helada, ese gas sale disparado como si se tratara de fumarolas en
las zonas volcánicas y crea esos agujeros con formas tan ideales, que parecen
hechas por el hombre, por extraterrestres o un meteorito, como se comenta en
las redes sociales.
El famoso
cráter, que se encuentra a unos 30 kilómetros de la localidad Bovanenkovo, ha
cautivado a expertos y neófitos por su tamaño -más de 60 metros de diámetro y
20 de grosor en su boca, por lo que se podría acceder en helicóptero- y por el
hecho de que, por el momento, es imposible ver el fondo.
El hecho de
que cerca del agujero se encuentre uno de los mayores yacimientos de petróleo y
gas de Rusia, y que su operador sea el gigante Gazprom inquietó a los
ecologistas, pero el paso de los días parece haber calmado los ánimos de los
más catastrofistas.
Uno de los
primeros en llegar a la zona en helicóptero el 17 de julio fue la geóloga
Marina Leibman de la Academia de Ciencias de Rusia, que quedó
"impresionada" con la perfección del cráter, que ella describió más
como "una cuba".
"No
hay rastro de algo que hubiera podido caer del cielo o de una explosión. Lo que
vimos alrededor es una tundra absolutamente virgen. No vimos señales de
presencia humana, ni basura y ni siquiera rastros de pastores de renos",
dijo.
Acercarse
era peligroso, ya que el hielo que forma los bordes del cráter se derrite
continuamente y la superficie colindante es extremadamente resbaladiza, según
relata.
Un operador
que le acompañaba acertó a arriar con la ayuda de una cuerda un vídeo cámara,
pero tras 50 metros de descenso ni siquiera había alcanzado el fondo del
agujero, que supuestamente está cubierto de agua.
"De
manera preliminar, se puede decir que en el cráter hay una concentración más
alta de lo normal de metano, pero en un máximo de un 9,8 por ciento, por lo que
es muy inflamable. Y los niveles de radiación también eran normales",
indicó.
En cuanto a
las hipótesis, Leibman descarta terminantemente que el agujero fuera provocado
por un río subterráneo y vincula el fenómeno con el calentamiento de los
últimos años, en particular en 2012.
"El
calentamiento pudo haber provocado la liberación de mayores volúmenes de gas.
Los cambios de temperatura en la superficie terrestre no están sincronizados
con los del aire", precisa.
La
científica cree que cuando esa capa de 80 por ciento de hielo perpetuo estuvo
más cerca de la superficie de lo habitual debido al calentamiento es cuando se
produjo ese intrigante agujero.
"Como
la superficie es casi impermeable, la presión del gas aumentó y en esa
situación pudo haber ocurrido un escape", asegura.
Los
expertos recuerdan que la temperatura del hielo perpetuo siberiano es de unos
10 grados bajo cero, mientras el gas está a unos 30 grados centígrados, por lo
que esa parece la versión más factible del fenómeno aparentemente de ciencia
ficción.
Por de
pronto, en la misma región de Yamalo-Nenets se ha encontrado otro de esos
agujeros, aunque su diámetro es menor que el anterior, 15 metros, y en el fondo
del mar de Bárents existen cientos de ellos, según los expertos.
La
coordinadora del programa ártico de Greenpeace Rusia, Yevguenia Belakova,
señaló que el metano tiene un efecto invernadero mayor que otros gases y que su
presencia es otro factor que contribuye en gran medida al cambio climático en
el Ártico.
En lo que
todos están de acuerdo es en la necesidad de enviar una expedición científica
permanente para estudiar la zona -ya que podría haber "bolsas de
gas", que serían muy peligrosas si se detectan en zonas habitadas o
yacimientos de hidrocarburos-, con el fin de predecir la formación de estos
agujeros negros.
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