ABC | El
grupo yihadista Estado Islámico (EI) prosiguió con su avance en la provincia de
Hasake, al noreste de Siria, y se hizo con el control de dos nuevas aldeas
cristianas, Jazirah y Tel Ruman, las dos primeras en las que se hace fuerte al
norte del río Jabur.
Los
yihadistas han logrado aumentar el número de rehenes de 90 a al menos 150 -hay
informes que incluso hablan de 285- y «su prioridad es repartirlos en puntos
estratégicos para usarlos como escudos humanos y así protegerse de los
bombardeos de la alianza que lidera EE.UU. y de las embestidas de las fuerzas
kurdas», asegura Osama Edward, director de la Red Asiria de Derechos Humanos,
organismo con sede en Estocolmo.
Tras pasar
por las cárceles del régimen este activista de los derechos humanos tuvo que escapar
de Siria en 2010 y encontró refugio en Suecia, donde fundó esta organización
desde la que estos días sigue con dolor lo que ocurre en su valle natal. Entre
los 150 secuestrados -entre ellos al menos 80 mujeres y 30 niños- hay varios
familiares suyos de Tel Shamiran, la primera localidad que recibió la embestida
yihadista la noche del lunes. Un grupo de rehenes ha sido conducido a las
cercanas montañas de Jabal Abdul Aziz, mientras a otros les mantienen dentro de
las aldeas.
La emisora
del grupo radical confirmó el martes que tiene en su poder a «decenas de
cruzados», un lenguaje similar al empleado con periodistas y cooperantes
occidentales a los que ha asesinado desde el verano.
En las
últimas horas las fuerzas kurdas han lanzado una ofensiva para intentar
expulsar a los yihadistas de estas aldeas en las que «la única resistencia que
encontraron fue la de las milicias cristianas, poco numerosas y con escaso
armamento. El Ejército sirio permanece acuartelado en la capital de la
provincia, a escasos kilómetros, y no se ha movido para ayudar a los
cristianos. Damasco siempre dice que protege a las minorías, pero en este caso
queda claro que no ha sido así», denuncia Edward, quien subraya «el esfuerzo
kurdo, pero ellos pelean más por defender su frontera, no por los sirios».
El
Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) precisó que a lo largo de la
jornada las Unidades de Protección del Pueblo -milicias kurdo-sirias- lograron
adentrarse en Tal Shamiram, Tal Hurmuz y Tal Nasari, pero los combates siguen
abiertos en una zona convertida en la nueva línea del frente.
Desde el
estallido de la guerra en Siria tanto el Frente Al Nusra (filial oficial de Al
Qaida) como el EI habían expropiado tierras de cristianos y quemado iglesias, pero
es el primer secuestro múltiple que sufre esta minoría (dividida en ortodoxos,
siríacos, maronitas, católicos de rito armenio…) que representa aproximadamente
al 10% de los 22 millones de sirios (se trata de una estimación ya que no hay
censo según religión). La comunidad asiria tiene unos 30.000 fieles en Siria y
la mayoría vive en las 35 aldeas de este valle del río Jabur, a donde llegaron
procedentes de Irak.
El analista
Juan Cole recuerda en su último post que «parece una ironía, pero llegaron al río
Jabur en 1933 huyendo de una masacre que sufrieron en Irak. Los iraquíes se
independizaron del Reino Unido en 1932 y el pequeño enclave asirio donde
vivían, próximo a la frontera, hizo un intento por separarse de Bagdad. El
Ejército mató al menos a 3.000 personas porque les veían como aliados de los
cristianos británicos». Entonces se vieron forzados a cruzar la frontera en
busca de refugio. Los asirios, como los caldeos, siguen rezando en arameo, la
lengua de Jesús.
Expansión del terror
A la espera
de noticias sobre los 21 milicianos kurdos a los que el EI mostró el domingo
enjaulados en su último vídeo, desde la Red Asiria de Derechos Humanos aseguran
que la prioridad para el EI es usar a los rehenes como escudos humanos, aunque
piensan que intentarán sacar el máximo provecho de esta situación que les
permitirá también plantear un intercambio de prisioneros con los kurdos.
«Pero lo
que logran por encima de todo es expandir el terror y obligar a la gente a
huir. Hace tiempo que el valle esperaba este ataque, pero pensábamos que los
aviones de la alianza y el régimen de Bashar Al Assad nos protegerían, ahora
vemos que no ha sido suficiente y nos encontramos indefensos», lamenta Osama
Edward, apesadumbrado al otro lado del teléfono.
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