¿Qué nos
espera a los humanos en el futuro? Esta pregunta, que siempre ha preocupado al
hombre, no parece tener una respuesta muy alentadora si nos atenemos a las
últimas tendencias globales, desde las económicas hasta las ambientales.
Las
constantes crisis económicas y las malas condiciones ambientales, el creciente
número de cataclismos naturales y las nuevas y peligrosas enfermedades, así
como los conflictos armados existentes y la alarma por las posibles guerras
venideras son algunos de los factores que hacen que los científicos y analistas
sean cada vez más pesimistas en sus pronósticos.
Con todo,
tampoco se puede negar que la humanidad ha logrado considerables avances y
progresos.
¿Cuál de
estas tendencias prevalecerá? ¿Estamos viviendo nuestras últimas décadas o nos
espera un futuro mejor? Para intentar responder a estas preguntas les invitamos
a conocer las opiniones de los especialistas sobre la actualidad.
1.- El
colapso de la economía mundial
Las
tendencias en la economía mundial y los problemas a los que se enfrentan
incluso las economías estables son una de las principales preocupaciones de los
expertos.
En este
sentido, el analista económico Gregory Mannarino asevera que “millones y
millones de personas morirán en todo el mundo” cuando estalle la economía
mundial basada en la deuda.
El experto
está convencido de que la raíz del problema son los bancos centrales que “han
adoptado un modelo económico basado en la deuda, que exige pedirle dinero
prestado al futuro en cantidades cada vez mayores para mantener vivo el
presente”, según una entrevista concedida al canal de YouTube X22 Report
Spotlight.
Además, el
experto opina que las mejoras en nuestro estilo de vida y “la cantidad de
población” han crecido “en paralelo con la deuda”.
“Así que, cuando
la burbuja de la deuda estalle, provocará una corrección de la población”,
afirma el economista.
“A medida
que los recursos se vuelvan más escasos, veremos que los países entran en
guerra unos contra otros” y en el peor de los casos los humanos “lucharán por
la supervivencia y para mantener viva a su familia y a sí mismos”, agrega
Mannarino.
Por su
parte, ejecutivos del banco estadounidense Goldman Sachs también advierten que
el mundo se está hundiendo en una creciente deuda pública, mientras que la
población mundial envejece, siendo ambos factores motivo de amenaza para la
economía global.
“La
demografía en la mayoría de las economías más importantes del mundo es un
problema serio, y surge la pregunta de cómo vamos a pagar la carga de la enorme
deuda, cuando la población envejece rápidamente y no tenemos la fuerza laboral
necesaria para sostener un modelo económico impulsado por la deuda de la misma
manera que logramos hacerlo en el pasado”, comentó el director ejecutivo
europeo de Goldman Sachs Asset Management, Andrew Wilson, en una entrevista al
diario ‘The Telegraph’.
Un ejemplo
de ello, dice el experto, es Japón, donde la deuda pública ha sobrepasado el
200% del PIB, y donde el envejecimiento de la población no está ayudando a
disminuir la deuda y más bien añade más presión a la economía. “Esto
evidentemente no es sostenible a largo plazo”, sentenció.
2.-
“Atmósfera de la guerra”
En una
alocución durante su reciente visita de un día a Bosnia-Herzegovina, el papa
Francisco afirmó sentir una “atmósfera de la guerra” en el mundo, haciéndose
eco de las declaraciones similares de muchos expertos, políticos y activistas.
Mientras
que hay quienes afirman que la humanidad está viviendo la época más pacífica de
su historia, otros muchos sostienen que estamos ante una nueva guerra mundial.
Sea como
fuera, las guerras locales y regionales en diferentes partes del mundo siguen
cobrándose miles de vidas. Tan solo en el conflicto de Yemen se habían
registrado casi 1.850 muertes y 7.400 heridos hasta el pasado 15 de mayo.
Esto, unido
a los problemas demográficos que asolan a muchos países, revela un paisaje que
no es nada positivo.
El mito de la
“época más pacífica”
Según un
reciente artículo del periodista ruso Antón Mujatáyev publicado por el portal
LookAtMe, la afirmación de que vivimos en la época más pacífica en la historia
de la humanidad es un mito.
“Las
estadísticas demuestran que hoy en día los humanos están luchando entre sí
mucho menos que en el pasado”, admite el periodista, citando las estimaciones
de la ONU según las cuales actualmente hay 12 grandes conflictos armados en
fase activa en el mundo. “Aún es mucho, pero mucho menos que en el siglo XX”,
sostiene el autor del artículo.
A su
juicio, estos cálculos permiten a numerosos expertos concluir que la humanidad
se encuentra de camino hacia una convivencia pacífica.
La guerra
es, en gran medida, un ritual, y en el pasado, “la gente establecía una clara
distinción entre la guerra y la paz”, sin que apenas hubiera guerras no
declaradas, escribe el periodista.
Sin
embargo, prosigue, hoy en día en todas partes se producen guerras no
declaradas: “Son guerras económicas y guerras de la información, la guerra
contra el terrorismo y conflictos latentes que podrían estallar en cualquier
momento”.
“La
característica de todos estos tipos de guerra es que evitan los rituales y las
formalidades, pueden empezar y terminar espontáneamente, y no conllevan la
firma de ningún tratado de paz”, sostiene Mujatáyev.
“La línea
entre la guerra y la paz es cada vez más borrosa”, y las autoridades de muchos
países lo aprovechan “introduciendo medidas militares en tiempos de paz” y
atentando contra las libertades básicas de los ciudadanos, opina el autor del
artículo.
La amenaza de
la Tercera Guerra Mundial
Entretanto,
cada vez más voces alertan de una inevitable o casi inevitable guerra mundial
que tendría consecuencias catastróficas para la humanidad, y algunos incluso
especulan sobre las fechas concretas de su desarrollo.
Así, a
finales de mayo, un exanalista de inteligencia de la Agencia de Seguridad
Nacional de EE.UU. (NSA), John R. Schindler, afirmó, haciendo referencia a un
oficial de la OTAN, que la Tercera Guerra Mundial estallará dentro de un par de
meses.
“Un alto oficial
de la OTAN (no estadounidense) me dijo hoy: ‘Este verano probablemente
estaremos en guerra. Si tenemos suerte, no será nuclear'”, escribió Schindler
en su cuenta de Twitter.
Y es que,
si analizamos los últimos acontecimientos, en el mundo no faltan puntos de
tensión. Expertos en materia de seguridad advierten sobre un posible conflicto
entre la OTAN y Rusia, China y EE.UU., China y la India, las dos Coreas o el
Estado Islámico y el resto del mundo en caso de caer en sus manos un almacén de
material fisible.
3.- Grandes
epidemias y nuevas infecciones
Otro gran
peligro para la humanidad son, sin duda, las grandes epidemias y las nuevas
enfermedades que de momento no tienen cura y para las que el mundo no parece
estar preparado, así como las bacterias resistentes a los antibióticos.
Según un
reciente artículo de ‘Business Insider’, actualmente las infecciones que ya no
responden a los medicamentos habituales están matando a 700.000 personas al
año. Para 2050 ese número podría alcanzar los 10 millones de muertes anuales,
advierte la publicación, que explica que el problema de las bacterias
resistentes a los antibióticos se ha visto agravado por un acceso demasiado
“liberal” a estos medicamentos.
Para
muchos, las epidemias infecciosas son la mayor amenaza para nuestro futuro.
A finales
de mayo el famoso magnate Bill Gates confesó que este es su mayor temor para el
futuro de la humanidad, y estimó que una epidemia infecciosa podría matar a
millones de personas en todo el planeta.
“Creo que
la posibilidad de una guerra nuclear es bastante baja, sin embargo la de una
epidemia global mucho peor que la del ébola supera el 50%”, dijo Bill Gates en
una entrevista a Vox.
Según el
magnate, en el mundo globalizado y con fronteras abiertas actual, somos aún más
vulnerables a una catástrofe infecciosa que en 1918 y 1919, cuando una epidemia
de gripe española se llevó la vida de decenas de millones de personas.
En este
sentido, estimó que una futura epidemia equivalente a la de la gripe española
podría matar a 33 millones de personas en 250 días.
“Hemos
creado, en términos de difusión, el ambiente más peligroso que hemos tenido en
toda la historia de la humanidad”, concluyó Bill Gates.
El ébola,
emergencia de alcance mundial
Un claro
ejemplo de sus palabras es la epidemia de ébola de 2014-2015, el mayor brote
epidémico de la enfermedad por el virus del Ébola que se haya registrado y que
afectó a varios países de África occidental.
La epidemia
de fiebre hemorrágica del Ébola, calificada por la OMS como una “emergencia de
salud pública de alcance mundial”, había matado a más de 9.400 personas el 20
febrero, cuando ya se habían detectado más de 23.300 casos de la enfermedad,
según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A pesar de
que Liberia, uno de los más afectados por la epidemia, fue declarado libre de
la transmisión del mal el pasado 9 de mayo, el secretario general de la ONU,
Ban Ki-moon, advirtió a principios de junio que “aún no podemos celebrar nada”
ya que “mientras sigan existiendo casos de ébola en la región todos los países
están en riesgo”.
En la misma
línea van las declaraciones de la OMS, que advirtió en mayo que la epidemia
todavía no ha terminado en África occidental.
El MERS,
nueva pandemia
Si bien el
punto crítico del ébola parece haber quedado atrás, una nueva amenaza para la
salud mundial no tardó en ocupar su lugar.
Se trata
del síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio (MERS-CoV), el virus
al que no se puede combatir con vacunas ni tratamientos, y que ha conseguido
expandirse más allá de la península Arábiga, de donde es originario, hasta
llegar incluso al extremo este del continente asiático, afectando gravemente a
países como Corea del Sur o China.
El MERS es
un coronavirus de la misma familia que el que desencadenó el brote mortal en
2003 del síndrome respiratorio agudo severo (conocido como SARS), que se cobró
la vida de cientos de personas en todo el mundo.
Más de 20
países se están viendo afectados por el virus del MERS, que presenta índices de
mortalidad superiores al 40% y por el momento no tiene vacuna ni tratamiento
posible desde que fuera detectado por primera vez en humanos en 2012 en Oriente
Medio, de acuerdo con el portal Channel NewsAsia.
Actualmente,
la enfermedad ha generado alarma en Corea del Sur, donde se han registrado los
primeros casos letales del brote actual.
Asimismo,
China confirmó a finales de mayo haber registrado el primer caso del
coronavirus en el país: un ciudadano surcoreano de 44 años de edad que viajó a
la provincia de Cantón desde el cercano Hong Kong.
El chikunguña
activa alarmas en América Latina
Mientras
tanto, el brote de chikunguña, una dolencia de origen africano, está
propagándose por América Latina a velocidad récord.
Según
informó a mediados de mayo el diario ‘Última Hora’, citando a la Secretaría de
Salud de México, en México se registró un incremento de un 17,9% de los casos
de infección a causa del virus en cinco estados del país en apenas una semana.
En Ecuador,
fue detectado un incremento de más de 3.000 casos en una semana, llegando la
cifra total en el país a los 15.730, según los datos del Ministerio de Salud
del 3 de junio, citados por el diario ‘El Comercio’.
Por su
parte, la ministra de Salud de Honduras, Yolani Batres, reveló que hasta la
fecha hay más de 26.000 casos de chikunguña en el país, además de más de 16.000
de dengue, y que ambas enfermedades constituyen una epidemia, según el
periódico ‘La Tribuna’.
El
chikunguña, cuyo nombre significa ‘retorcerse’ en lengua makonde, apareció por
primera vez en Tanzania en 1952 y desde allí migró al resto de África y a Asia,
según la OMS. Al igual que el dengue, la enfermedad se transmite mediante el
mosquito ‘Aedes aegypti’, cuyos huevos eclosionan en agua.
Según el
investigador estadounidense de la Universidad de Texas Scott Weaver, una
posible causa de esa rápida expansión de la enfermedad podría ser una mutación
del virus que hace que las aves zancudas que lo transmiten se infecten con
mayor facilidad. Como consecuencia, la fiebre chikunguña se puede expandir con
mayor rapidez por el continente americano.
4.-
Degradación ambiental y desastres naturales
A todo esto
hay que añadir la imparable degradación ambiental y los desastres naturales,
cada uno de los cuales se puede cobrar miles de vidas, aparte de otras
consecuencias devastadoras.
A este
respecto, los últimos acontecimientos también demuestran que la humanidad está
caminando sobre el filo de la navaja. La actividad volcánica en Chile, la
reptación del suelo en Perú que amenaza con tragarse pueblos enteros, los
sismos de Nepal y el calor anómalo en la India son solo algunos de los
ejemplos.
Cataclismos
naturales
El
devastador terremoto en Nepal del pasado mes de abril y sus numerosas réplicas
marcarán sin duda una de las páginas más negras de la historia del país y de
toda la humanidad.
El sismo de
Nepal dejó más de 8.000 muertos y cerca de 17.000 heridos, y ha sido
considerado el peor desastre natural en la zona desde el año 1934, cuando un
terremoto de magnitud 8 causó 8.500 víctimas mortales.
El desastre
de Nepal activó las alarmas en todo el mundo, y numerosos expertos reconocieron
que muchas zonas de nuestro planeta no están preparadas para enfrentarse a este
tipo de cataclismos.
El mismo
mes de abril, el volcán Calbuco, en Chile, entró en erupción tras haber estado
inactivo casi medio siglo. El Servicio Nacional de Geología y Minería
(Sernageomin) del país declaró la alerta roja, y la Oficina Nacional de
Emergencias (Onemi) ordenó la evacuación de todas las poblaciones cercanas al
volcán en un radio de 20 kilómetros. Alrededor de 4.400 personas fueron
evacuadas de sus hogares.
En
Colombia, más de 80 personas murieron y un número indeterminado desaparecieron
a causa de una avalancha registrada en mayo en el municipio de Salgar (noroeste
del país).
Y en Perú,
los habitantes de la localidad de Socosbamba (distrito de Piscobamba) siguen en
alerta debido a las grietas en el suelo y en edificios que aumentan de tamaño.
Las autoridades del país ya han declarado el estado de emergencia en 19
localidades del distrito.
Aunque el
progreso de la humanidad en muchas áreas es evidente e indiscutible, estos y
otros desastres han demostrado que aún no estamos del todo preparados para
afrontar los grandes cataclismos y que, en gran parte, seguimos dependiendo de
lo que nos depare la naturaleza.
Y en este
sentido, los pronósticos de la mayoría de los científicos son bastante
pesimistas, como los del profesor de geofísica y riesgos climáticos Bill
McGuire, que advierte de una serie de “eventos geológicos extremos”
(terremotos, volcanes y tsunamis equiparables al devastador terremoto de Nepal)
que podrían estar por venir.
Además,
junto a la desaparición del hielo y la elevación del nivel del mar, las
inundaciones previstas para el siglo XXI son inevitables, aseveró McGuire,
citado por la revista ‘Newsweek’.
Catástrofes
ecológicas
De acuerdo
con el artículo ya mencionado de ‘Business Insider’, que analiza las ’15 formas
en que el mundo va a ser aterrador en 2050′, muchos de los futuros
desafíos están relacionados con la degradación medioambiental.
Así, según
advierte la publicación, para 2050, el aire podría llegar a ser “espeso debido
a la contaminación”, lo cual provocaría el aumento de las enfermedades
respiratorias.
Según un
reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), el número de muertes causadas por la contaminación del aire
habrá aumentado en 2050, cuando matará a más de seis millones de personas cada
año.
El
calentamiento global conllevará la proliferación de una gran variedad de
insectos portadores de enfermedades mortales como la malaria, el dengue, la
fiebre amarilla y el cólera. Además, las personas afectadas tendrán poca
inmunidad frente a las enfermedades.
El cambio
climático, además de elevar el nivel del mar y causar el aumento de las
temperaturas, también hará que las tormentas sean más intensas.
“Mientras
que nuestros abuelos vivieron una sola tormenta de la escala de la Sandy,
nuestros nietos podrían ver al menos 20 durante su vida”, asevera el artículo.
Finalmente,
el ascenso del nivel del mar causará inundaciones en las principales ciudades
del mundo. El crecimiento del nivel del agua se hará sentir de forma aguda en
EE.UU., donde en 2050 la mayoría de las ciudades a lo largo de la costa noreste
podrían ver más de 30 días de inundaciones cada año.
Muchos de
estos y otros problemas y desastres tienen relación directa con las acciones de
los seres humanos. Entre estos problemas se encuentran la sobrepoblación, la
contaminación, la caza furtiva, la exploración minera y, por supuesto, el
calentamiento global.
Erich Fischer
y Reto Knutti, científicos del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y el Clima
de Zúrich, consideran que es la actividad humana lo que provoca el
calentamiento global, que a su vez influye en la frecuencia cada vez mayor de
fenómenos climáticos anómalos.
Por
ejemplo, de acuerdo con los científicos, el aumento de la temperatura media del
planeta, que tiene su origen en la revolución industrial del siglo XIX, está
relacionado con el 75% de los casos registrados de calor anómalo y es
responsable del 18% de las precipitaciones superabundantes.
“Desde que
empezó el calentamiento global, en el transcurso de 30 años las épocas de calor
extremo han sido cuatro veces más frecuentes que anteriormente”, explica
Fischer.
¿Algo
positivo?
Al repasar
todas estas amenazas y tendencias alarmantes, la pregunta que surge es si todos
los pronósticos son tan pesimistas y si el futuro no nos trae nada más que
catástrofes y amenazas.
La revista
‘Politico’ realizó una encuesta llevada a cabo entre “las personas más
inteligentes” de nuestro tiempo para comparar sus predicciones para el año
2030.
El mismo
Bill Gates, tan pesimista en la cuestión de las enfermedades, predijo que en
los próximos 15 años la humanidad podrá disminuir la mortalidad infantil.
“En los
últimos cinco años Ruanda ha visto la mayor caída de la mortalidad infantil en
la historia del mundo. Y sabemos cómo lo hicieron en Ruanda. Sabemos qué
sistema de salud establecieron, sabemos qué vacunas aplicaron”, afirmó Gates.
“Etiopía
está copiando ese sistema, todo el mundo lo copiará. De esta manera veremos
disminuciones de la mortalidad similares en otros países”, recalcó.
Alec Ross,
investigador principal en la Escuela de Asuntos Internacionales en la
Universidad de Columbia y otro de los encuestados, pronosticó que, para el año
2030, la longevidad aumentará de promedio en dos años debido a la
comercialización de la genómica y al uso de genes en cosmetología y medicina.
En el
ámbito del clima, el estudio de la Organización Meteorológica Mundial muestra
la disminución del total de sustancias que destruyen el ozono, medida según el
equivalente efectivo de cloro estratosférico (EECE) en la atmósfera inferior y
la estratosfera, así como los primeros indicios de recuperación del ozono.
Otra señal
positiva es la reducción de la pobreza global: según los datos del Banco
Mundial, el número de personas que subsiste con menos de 1,25 dólares al día ha
disminuido extraordinariamente en las tres últimas décadas, de la mitad de los
ciudadanos del mundo en desarrollo en 1981 al 21% en 2010, a pesar de un
aumento del 59% de la población en esa zona.
Finalmente,
de acuerdo con los datos recogidos por Unicef, la tasa de mortalidad infantil
en el mundo ha disminuido hasta casi la mitad desde 1990.
Estos
logros hacen pensar que no todo es tan negativo y que incluso problemas
extremadamente difíciles pueden ser resueltos, si son afrontados de manera
apropiada.
En este
sentido, llaman la atención las declaraciones del representante de la OMS,
Ruediger Krech, durante una rueda de prensa en Ginebra.
“Esperamos
al fuego y luego corremos a apagarlo, pero luego nos olvidamos de tomar medidas
para hacer que el edificio esté a prueba de incendios”, afirmó el experto,
haciendo hincapié en que, para evitar otra tragedia global como la del ébola,
es necesario que la comunidad internacional cambie radicalmente su enfoque
hacia las emergencias de salud.
Aunque sus
palabras hacían referencia al ámbito de la salud, pueden ser aplicadas también
a otras esferas de nuestra vida.
“Lo que
hace falta son transformaciones estructurales profundas, casi revolucionarias”,
porque ya no podemos confiar en que sea la generación de nuestros nietos la que
las lleve a cabo, sostiene, a su vez, el filósofo español Jorge Riechmann.
(RT Y CRISTIANO DIGITAL)
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