HONDURAS,
SANTA CRUZ DE YOJOA.- Anastasia Guzmán Martínez no tuvo la oportunidad de
aprender a leer y escribir debido a la pobreza en que nació. Pero hace tres
años, cuando ya sus hijos se han convertido en padres, tomó la decisión de ir a
la escuela, motivada más por el deseo de leer la Biblia.
Esta
admirable mujer de 83 años está en cuarto grado en la aldea Aguazul Sierra, en
Santa Cruz de Yojoa. Todos los días sale para ir la escuela que está a cinco
cuadras de su casa.
Rodeada del bullicio de los niños se sienta en
uno de los pequeños pupitres frente a la pizarra en la que sus cansados ojos
pueden apreciar los escritos de su maestra y sus oídos alcanzan a escuchar la
voz de quien la instruye.
Residir en
la remota aldea San Miguelito en Intibucá y la extrema pobreza fueron los
factores que impidieron que en su niñez asistiera a la escuela, por lo que
ahora su sueño es graduarse de la escuela primaria antes de que sus días
terminen.
Ella es una
mujer cristiana y perseverante en la búsqueda de Dios, fiel asistente a los
servicios de la Iglesia Católica de su comunidad, motivada por leer
personalmente las Sagradas Escrituras decidió finalmente acercarse a las aulas.
Ha estado
enferma, pero eso no la ha detenido para seguir estudiando, pues descubrir y
comprender en los estudios ha sido una de sus grandes alegrías durante los últimos
años.
“Estoy
contenta porque asistiendo a la escuela puedo aprender. En este tiempo de mi
vida me parece que ya son medios minutos los que me restan, pero mi Dios me va
tener. Me gusta pensar que sigo sana y fuerte, pero cuando el Creador nos
llama, no pregunta”, comenta.
Disfruta de
casi todas las materias que le imparte su profesora, pero Estudios Sociales no
le agrada mucho porque “es mucha historia que aprender y me duele la cabeza”.
Es como una
niña más del grupo, es querida y respetada por sus pequeños compañeros y el Día
del Niño hasta participa reventando la piñata y recogiendo los dulces.
Iris Yaneth
Rivera, su maestra desde segundo grado, contó que al principio Anastasia le
mandaba un cuaderno con su nieta para que le dejara tareas porque quería
aprender a leer la Biblia de forma fluida.
Dos meses
después, la profesora invitó a Anastasia a llegar a clases para asimilar mejor
los contenidos. La maestra se encargó personalmente de ingresarla en 2013 en el
sistema de administración de centros educativos de la Secretaría de Educación
para que al finalizar su esfuerzo pueda recibir su título de primaria como
todos los niños.
A pesar de
sus problemas de salud y no tener en óptimas condiciones la vista y el oído,
las manos no le tiemblan para escribir con una considerable fluidez y claridad
los párrafos y ejercicios que se realizan en el aula, aunque con un poco más de
lentitud que los demás.
Su maestra
dice que es una buena alumna, pues logra captar rápidamente los objetivos de
cada tema y los explica con facilidad ante los compañeros en la pizarra, solo
que en su caso los exámenes son orales. Algunas veces se siente débil y se
queda en casa, pero es aplicada y manda a pedir el contenido del día para
presentar las tareas al día siguiente.
Con ella
asiste al mismo grado su nieta Astrid Fernanda Márquez, quien dice con orgullo
que su abuela es un ejemplo de superación y muchas veces le ha explicado
algunas cosas que no entiende.
Han pasado
cerca de dos años desde que la ejemplar anciana decidió comenzar sus estudios y
afirma que si “Dios me regala más años de vida”, irá al colegio para seguir su
formación y ganarse otro título.
Fuente: La Prensa de Honduras
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