Según
Walt, al ponerse ese vestido se disparó algo que lo puso en un largo camino de
35 años que condujo a un valle oscuro de «tormento, desilusión, remordimiento y
tristeza». Su confusión lo llevó al alcoholismo, la drogadicción y un intento
de suicidio.
Finalmente Walt recurrió a la vaginoplastia, la «cirugía de reasignación de
género», se implantó mamas, tomó hormonas, todo para parecerse a una mujer,
algo que llegó a lamentar profundamente. Hoy aconseja a individuos confundidos
en su género que se mantengan al margen. «Él (Dios) me hizo hombre, la forma
que yo era, y el bisturí nunca llegó a cambiar eso», cuenta Walt.
Avergonzado de ser hombre
En su libro «Trading My Sorrows: Man to woman and back-again – a
personal story» (Intercambiando mis dolores: de hombre a mujer y viceversa –
una historia personal), Walt cuenta que el vestido morado fue sólo la primera
de muchas influencias en su vida que le hizo avergonzarse de ser hombre. Dice
que fue el acoso sexual que sufrió a manos de su tío lo que lo hizo sentirse
avergonzado de sus genitales. Fue la severa disciplina de su padre – él dice
que prácticamente indistinguible del abuso físico – lo que lo hizo sentirse
incapaz de ser el niño que su padre quería que fuera.
«Lo que yo quería desesperadamente era el reconocimiento de mis padres
por aquello en lo que yo sobresalía, encontrar mi propio lugar donde pudiera
expresarme, desarrollar mis talentos y hacer algo que yo disfrutara», explica
Walt en su libro.
El niño que no tenía autoestima empezó a despreciarse a sí mismo y a su
cuerpo. Walt comenzó a encontrar consuelo al vestirse como una chica y mantener
esto en secreto frente a sus padres. Vestirse como una chica se convirtió en su
escondite, donde se sentía a salvo de los dolorosos conflictos y la disciplina
impartida por su padre y su madre.
La mujer, un tirano en su interior
Cuando Walt alcanzó la adolescencia dice que la niña dentro de su cabeza
se volvió más poderosa y le demandaba más de su tiempo. A pesar que disfrutaba
tener citas con chicas atractivas de su escuela secundaria, no importaba cuanto
esfuerzo hiciera, él no podía alejar la obsesión de convertirse en una mujer.
Después de la secundaria, Walt se mudó de la casa de sus padres, para poder
disfrutar con el travestismo en la intimidad de su propia casa. Para entonces él
había acumulado un cierto número de trajes de mujer, pero él estaba todavía
profundamente avergonzado de su hábito secreto.
Walt finalmente se casó, se hizo rico, y externamente parecía que estaba
viviendo el sueño americano. Mantuvo en secreto sus permanentes escapadas al
mundo de la mujer.
Walt dice que estuvo viviendo tres vidas distintas: de «hombre de negocios exitoso y
bebedor, de padre y esposo amoroso perfecto en apariencia y de travesti
retorcido». Pero en su interior Walt experimentaba la fragmentación y la
desilusión. Todo en su vida comenzó a desmoronarse.
Se volcó al alcohol como mecanismo de defensa, pero esto sólo aumentó su
deseo de convertirse en una mujer. Dice que permitió a la niña dentro de su
cabeza «expresarse» cada vez más, cuando él captó desesperadamente los momentos
de alivio del embravecido mar de dolores y problemas de la vida.
En última instancia, Walt puso sus esperanzas en la cirugía de sexo, la
implantación de mamas y las hormonas, como la solución que haría que su dolor
desapareciera para siempre.
Tras la cirugía
Pero después de la cirugía, Walt dice que su mente se convirtió en
un campo de batalla de pensamientos y deseos conflictivos que él sólo pudo
describir como «agravantes, penosos, deprimentes, discordantes, distorsionados
[e] impredecibles».
Walt supo entonces que el bisturí del cirujano y la amputación resultante
no habían hecho que él dejara de ser hombre para convertirse en mujer. Se dio
cuenta que la cirugía fue un «fraude total». Sintió que no tenía más remedio
que vivir la vida como una mujer quirúrgica, como un «impostor».
Intento de suicidio
En este punto, él tocó fondo. La cirugía había destruido la identidad
de Walt, su familia, círculo social y su carrera. Sentía que no había nada para
él sino morir. Walt, que había adoptado el nombre de Laura Jensen, trató de
lanzarse desde una azotea, pero fue detenido por un transeúnte.
Sin hogar y sin dinero, el quebrado «transexual» habría terminado viviendo
en la calle si un buen samaritano no le hubiese dado un lugar para dormir en un
garaje. Este nuevo amigo animó a Walt para que asistiera a Alcohólicos
Anónimos, donde se dio cuenta que tenía que conectarse a un «poder superior» si
iba a llegar a la cima del lío en que se había metido.
Walt empezó a darse cuenta cada vez más que él era realmente un hombre,
pero que estaba envuelto en una «máscara de mujer».
«Yo era muy consciente que ahora estaba entre los deshechos de la humanidad,
hundido en una vida arrojada a la basura, distorsionada por mis propias
decisiones. El alcohol, las drogas y la cirugía me habían hecho inútil para
cualquier cosa. Yo había fracasado estrepitosamente como el hombre que Dios
había creado para que yo lo fuese».
Fuera del valle de oscuridad
Con la ayuda de unos amigos, Walt comenzó un viaje hacia la sanación y hacia el
descubrimiento de su verdadera identidad como hombre. Walt se dio cuenta que la
clave para ganar la batalla que se desencadenó dentro de él era la sobriedad.
Su mantra era: «Mantente sobrio, sin importar en qué, mantente sobrio». Dejó la
bebida y se volvió a Jesús como una fuente recién descubierta de fortaleza.
En cierta ocasión, durante un tiempo de oración con su psicólogo, Walt
dice que experimentó espiritualmente al Señor, todo vestido de blanco, que se
acercó a él con los brazos abiertos, lo envolvió y le dijo: «Ahora conmigo
estás a salvo para siempre». Fue en ese momento que Walt supo que iba a
encontrar en Jesús la sanación y la paz que él tanto deseaba.
Durante una entrevista con Life Site News, Walt dijo que los que están
luchando con su identidad como hombre o mujer y piensan que la cirugía de sexo
es la solución «necesitan ir a un psicólogo o a un psiquiatra y entrar a
terapia y cavar en el fondo para averiguar qué está causando este deseo, porque
hay algunos problemas psicológicos subyacentes o algún problema psiquiátrico
que no está resuelto que hay que explorar -si hubo abuso sexual, abuso físico
(o) modelo».
«Puede tomar un año explorar los temas profundos que están pasando y
entonces, cuando se hace eso, se puede llevar a la persona a un punto donde
puede comenzar a entender su género y comenzar a aceptar su género y a querer
vivir el sexo que Dios le dio».
Como un hombre ahora viejo, Walt cree que si pudiera volver atrás en el tiempo y
decirse a sí mismo unas pocas palabras significativas como un hombre más joven,
él diría a ese hombre más joven que evite la cirugía de sexo y que descubra la
causa que subyace en el deseo por la cirugía.
Walt cree que su historia testimonia el poder de la esperanza, que nunca se debe
renunciar a alguien, no importa cuántas veces él o ella caiga o cuántos giros y
vueltas haya en el camino de recuperación. Por encima de todo, dice Walt, nunca
se debe «subestimar el poder curativo de la oración y el amor en las manos del
Señor».
Fuente:
Infocatolica
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