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lunes, 17 de agosto de 2015

La religión, excusa para el comercio sexual y la violación de niñas



El rostro real del ISIS en Siria e Irak. La banda ha hecho un culto pervertido del secuestro de nenas y mujeres a las que violan y venden como esclavas.


Momentos antes de violar a la niña de 12 años, el combatiente del ISIS se dio tiempo para explicarle que lo que estaba a punto de hacer no era un pecado. Como la preadolescente practicaba una religión que no era el islam, el Corán no sólo le daba el derecho a violarla sino que lo aprobaba y lo alentaba, insistió.

Le ató las manos y la amordazó. Luego se arrodilló junto a la cama y se prosternó para orar antes de tenderse sobre ella. Cuando hubo terminado, volvió a arrodillarse para rezar, encerrando la violación entre dos actos de devoción religiosa.

"Yo le decía una y otra vez que me dolía, que por favor parara", contó la chica. "Me dijo que, según el islam, le está permitido violar a una infiel. Dijo que, al violarme, se acercaba a Dios", relató junto a su familia en un campo de refugiados de Qadiya donde escapó tras 11 meses de cautiverio.

La violación sistemática de mujeres y niñas de la minoría religiosa yazidí es algo que se ha entrelazado con el ISIS en el año que pasó desde que el grupo anunció que volvería a instaurar la esclavitud como institución. Las entrevistas con 21 mujeres y niñas que hace poco escaparon de esa banda terrorista, así como el análisis de las comunicaciones de la agrupación, muestran que esta práctica ha sido consagrada como parte de sus principios fundamentales.

La trata de mujeres y niñas yazidíes (preislámicos de origen kurdo) creó una infraestructura organizada, con una red de depósitos donde se encierra a las víctimas, salas de exposición donde son revisadas y vendidas y una flota de ómnibus destinados a transportarlas.

Un total de 5.270 de mujeres de esa etnia fueron secuestradas el año pasado y por lo menos 3.144 siguen prisioneras, según los líderes comunitarios. Para comerciar con ellas, la banda ha creado una detallada burocracia de esclavitud sexual que incluye contratos de venta autenticados por los tribunales islámicos que manejan ellos mismos. La práctica se ha convertido en una herramienta de reclutamiento para atraer a los hombres de sociedades musulmanas profundamente conservadoras, donde el sexo casual es tabú y salir con mujeres está prohibido.

Memos internos sobre políticas y discusiones teológicas fijan pautas para la esclavitud, incluido un largo manual emitido el mes pasado por el Departamento de Investigación y Fatwa del ISIS. La dirigencia del grupo pone el acento en una lectura estricta y selectiva del Corán no sólo para justificar la violencia. También para celebrar cada agresión sexual como espiritualmente beneficiosa e incluso virtuosa.

"Cada vez que venía a violarme, oraba", contó F, una niña de 15 años que fue capturada en el monte Sinjar hace un año y fue vendida a un combatiente iraquí de unos 20 años. Al igual que otras entrevistadas por The New York Times, sólo quería que la identificaran por su inicial por la vergüenza que se asocia a la violación. "Me decía que esto era ibadah", dijo, utilizando el término de las escrituras islámicas que significa culto.

"Dijo que violarme es su plegaria a Dios. Yo le dije: 'Lo que me haces está mal y no te acercará a Dios'. Y él contestó: 'No, está permitido'", contó la adolescente, que escapó en abril con ayuda de contrabandistas después de permanecer esclavizada casi nueve meses. La implantación formal de la esclavitud sexual por el ISIS data del 3 de agosto de 2014, cuando los combatientes invadieron las aldeas del flanco sur del monte Sinjar, un escarpado macizo de piedra color pardo del norte de Irak. Sus valles y quebradas son la morada de los yazidíes, una diminuta minoría religiosa que representa menos del 1,5% de la población de Irak.


La ofensiva contra la montaña se produjo dos meses después de la caída de Mosul, segunda ciudad de Irak en tamaño. El objetivo no fue sólo extender territorio. Los sobrevivientes dicen que de una aldea a otra, los hombres y los niños más grandes fueron separados y llevados a campos donde los ametrallaron. Las mujeres y las adolescentes fueron, en cambio, secuestradas. "La ofensiva contra la montaña fue una conquista sexual tanto como territorial", dijo Matthew Barber, de la Universidad de Chicago.

F, de 15 años, dijo que los 9 integrantes de su familia intentaban huir cuando su viejo Opel se recalentó. Ella, su madre y sus hermanas de 14, 7 y 4 años estaban paradas junto al auto, indefensas, cuando un convoy de combatientes las rodeó. "Inmediatamente los soldados separaron a los hombres de las mujeres", contó. Ella, su madre y sus hermanas fueron transportadas en camiones hasta una ciudad del monte Sinjar. "Allí me separaron de mi madre. Las jóvenes solteras fueron obligadas a subir a unos ómnibus".

En los buses había tantas mujeres y chicas yazidíes que se vieron obligadas a sentarse en la falda de otras de ellas. Cuando arrancó se dieron cuenta de que las ventanas estaban tapadas con cortinas aparentemente porque las mujeres no llevaban burdas o paños en sus cabezas. El relato de F se repite en el caso de una docena de mujeres jóvenes y víctimas que fueron entrevistadas para esta nota. La chica añadió que tras 6 horas llegaron a Mosul, en donde las apiñaron en un salón y en escuelas y edificios municipales también de ciudades cercanas.


Estuvieron incomunicadas, algunas durante días y otras por meses. Luego fueron llevadas en grupos más pequeños a Siria u otros lugares del interior de Irak, donde fueron vendidas con fines sexuales. "Estuvo todo 100% planeado", dijo Khider Domle, un activista de la comunidad yazidí que mantiene una base de datos de las víctimas. "Hablé por teléfono con la primera familia que llegó a la Dirección de la Juventud en Mosul, y la sala ya estaba preparada para ellas. Tenían colchones, platos y utensilios, alimentos y agua para cientos de personas". Informes elaborados por Human Rights Watch y Amnistía Internacional llegan a las mismas conclusiones.

Las jóvenes contaron cómo tres milicianos del ISIS con un registro en mano les pidieron su primer y segundo nombre, apellido, edad, ciudad de origen, y si eran casadas y en tal caso si tenían hijos. Durante dos meses, se mantuvo a F en el salón de Mosul. "Se reían y se burlaban de nosotras diciéndonos 'ustedes son nuestras sabana'. Yo no sabía lo que significaba esa palabra". El líder local del ISIS le explicó que significaba esclava.


FUENTE: ELTRIBUNO

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