ABC | Con
las manos. Así están intentando rescatar a los supervivientes atrapados bajo
los escombros y sacar a los muertos tras el potente terremoto que sacudió a
Nepal el sábado. Sin apenas medios, uno de los países más pobres del mundo se
enfrenta a una catástrofe con al menos 3.700 fallecidos (cifra oficial) y con
más de 6.000 heridos.
Y esto es solo el principio porque la cifra de víctimas
seguirá subiendo a medida que los equipos de rescate lleguen durante los
próximos días a las áreas montañosas más remotas afectadas por el seísmo, cuyas
pésimas carreteras y pistas de arena han quedado bloqueadas por
desprendimientos de rocas y corrimientos de tierra.
Con el
miedo en el cuerpo, decenas de miles de personas han pasado las dos últimas
noches a la intemperie, soportando las bajas temperaturas y una llovizna que
caía a ratos. Con mantas y sacos de dormir, esperan al raso la llegada de la
ayuda humanitaria; unos porque sus casas fueron derribadas por el terremoto y
otros porque están demasiado asustados como para volver a ellas si es que
resistieron en pie.
Para
recordarles que la pesadilla no ha terminado aún, ayer hubo otra réplica, de
6,7 grados, que volvió a desatar el pánico en el valle de Katmandú. En esta
zona densamente poblada, donde viven unos 2,5 millones de habitantes en pueblos
perdidos a los que solo llegan caminos de cabras, sus humildes casas de adobe
se desplomaron como si fueran de papel, atrapando entre las ruinas a sus
moradores.
Aterrorizados
por las réplicas, los médicos de Katmandú tuvieron que evacuar a los enfermos y
heridos de los hospitales para tratarlos al aire libre por miedo a nuevos
derrumbes. Una amenaza que continuará durante los próximos días. «Como no hay
manera de que uno pueda predecir la intensidad de las réplicas, la gente debe
estar alerta», advirtió el responsable de la agencia meteorológica india, L.S.
Rathore, informa Reuters.
Desbordado
por la tragedia, el Gobierno nepalí ha lanzado un desesperado llamamiento a la
comunidad internacional pidiendo urgentemente ayuda humanitaria. «Tanto los
hospitales públicos como los privados se han quedado sin sitio y están
atendiendo a los pacientes fuera, en la calle», explicó el embajador nepalí en
la India, Deep Kumar Upadhyay. Mientras el primer ministro, Sushil Koirala,
vuelve del extranjero para dirigirse a la nación, el titular de Información,
Minendra Rijal, declaró a la televisión india que «nuestro país se encuentra en
un momento de crisis y requeriremos abundante apoyo y ayuda. Hemos lanzado un
plan masivo de rescate y rehabilitación y se necesita hacer muchísimo».
La
prioridad es enviar comida y medicinas
Ante esta
petición de auxilio de Nepal, los primeros en movilizarse han sido sus dos
gigantescos vecinos, la India y China, que han despachado de inmediato sendos
equipos de emergencia. Mientras Nueva Delhi ha enviado 258 miembros de sus
Fuerzas de Respuesta a Desastres Naturales, Pekín ha mandado 60 efectivos con
perros adiestrados para buscar supervivientes entre las ruinas. Por su parte,
Pakistán ha contribuido con cuatro aviones militares C-130 que transportan un
hospital de treinta camas y efectivos de rescate.
Además de
Estados Unidos, que ha anunciado una primera partida de un millón de dólares
para responder a la catástrofe, el Reino Unido, España y Noruega también están
preparando el envío de ayuda humanitaria.
La
prioridad es hacer llegar a Nepal comida, medicinas y plantas potabilizadoras
de agua, ya que los damnificados han perdido lo poco que tenían y los
hospitales no dan abasto recibiendo heridos y muertos. Debido al daño que han
sufrido sus infraestructuras, ya de por sí calamitosas, la falta de agua
potable amenaza con propagar epidemias como el cólera, una enfermedad que cada
verano suele aparecer en situaciones normales en Katmandú.
En su casco
histórico, plagado de vetustos edificios de piedra y madera que ya amenazaban
con venirse abajo y donde las familias vivían hacinadas, el Ejército y los
voluntarios se afanan por rebuscar supervivientes entre los escombros con picos
y palas porque las máquinas excavadoras no pueden entrar por sus estrechas
callejuelas. Si la vida ya era dura antes para los nepalíes, ahora se ha vuelto
un infierno entre ruinas.
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