ABC | Numerosos
musulmanes que han regresado a sus hogares en el oeste de la República
Centroafricana (RC), país de mayoría cristiana, han sido «obligados a renunciar
a su religión» y, en algunos casos, incluso han sido forzados a convertirse al
cristianismo, denunció hoy Amnistía Internacional (AI).
Las
milicias «anti-Balaka» -formadas en gran parte por civiles cristianos que a
finales de 2013 se alzaron en armas contra el exgrupo rebelde Séléka en el
poder, de mayoría musulmana- han prohibido a los centroafricanos que profesan
el islam «toda manifestación o práctica de su religión en público».
Según
recoge el informe de Amnistía Internacional titulado «Identidad borrada:
musulmanes en áreas afectadas por limpiezas étnicas en la República
Centroafricana», los grupos «anti-Balaka» están reprimiendo a los musulmanes
que permanecieron o han vuelto al país tras la ola de violencia. «Algunos han
sido convertidos al cristianismo bajo amenaza de muerte», denunció la asesora
de Gestión de Crisis de Amnistía Internacional, Joanne Mariner.
Un hombre
de 23 años residente en Sangha-Mbaéré (en el suroeste del país) denunció a la
organización: «No hemos tenido más remedio que unirnos a la Iglesia Católica,
pues la milicia «anti-Balaka» juró que nos mataría si no lo hacíamos». El
informe denuncia que los musulmanes que viven fuera de las zonas protegidas por
las fuerzas de paz de la ONU tienen «prohibido» realizar sus oraciones diarias
y que la ropa tradicional musulmana «no se puede usar libremente».
La
reconstrucción de las 400 mezquitas que fueron destruidas durante el conflicto
«no está permitida», denuncia el informe, que indica que «solo algunas
mezquitas han sido reconstruidas en Bangui y Carnot».
Para
revertir la situación, AI pide al Gobierno de la República Centroafricana, a la
misión de las Naciones Unidas y a la comunidad internacional «nuevos esfuerzos»
y más apoyo para «proteger a los musulmanes bajo amenaza» en el país
centroafricano.
El origen de
los «anti-Balaka»
Las
milicias «anti-Balaka» discriminan y atacan a los musulmanes centroafricanos en
represalia por los abusos cometidos por el antiguo grupo rebelde Séléka, que se
hizo con el poder tras un golpe de Estado contra el expresidente François
Bozizé en marzo de 2013.
Desde
diciembre de 2013, la violencia sectaria y religiosa forzó la huida de casi un
millón de personas, de las cuales más de 650.000 son desplazados internos y
cerca de 300.000 se refugian en países vecinos, especialmente en Chad y
Camerún.
Un frágil
Gobierno de transición controla formalmente el país desde enero de 2014 y ya ha
convocado elecciones generales para el próximo mes de octubre, aunque todavía
hay serias dudas de que se den las condiciones necesarias de seguridad para
poder celebrarlas.
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