(Aleteia/InfoCatólica) «El cristiano es un hombre o una
mujer alegre», reiteró el Papa Francisco esta mañana en la Misa celebrada en la
Casa Santa Marta. Afirmó que la alegría del cristiano no viene de motivos coyunturales,
sino que es un don del Señor que colma el interior. En la Misa, concelebrada
por Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo, y por el abad primado de los
benedictinos, Nokter Wolf, han participado un grupo de trabajadores de Radio
Vaticano.
«¿Qué es
esta alegría? ¿Es estar contento? –preguntó–. No: no es lo mismo. Estar
contento es bueno, ¿eh? Pero la alegría es algo más, es otra cosa. Es algo que no
viene de motivos coyunturales, del momento: es algo más profundo. Es un don».
Y
prosiguió: «La alegría, si nosotros queremos vivirla en todo momento, al
final se transforma en ligereza, superficialidad, y esto nos lleva a un estado
de carencia de sabiduría cristiana, nos hace un poco tontos, ¿no? Todo
es alegría…no. La alegría es otra cosa. La alegría es un don del Señor.Nos
colma interiormente. Es como una unción del Espíritu Santo. Y esta alegría
está en la seguridad de que Jesús está con nosotros y con el Padre».
Para el
Papa, el hombre alegre, es un hombre seguro, seguro de que «Jesús está
con nosotros y con el Padre». Pero esta alegría, se pregunta el Papa,
¿podemos «embotellarla un poco» para tenerla siempre con nosotros?: «No, porque si
nosotros queremos poseer esta alegría sólo para nosotros, al final se estropea,
así como nuestro corazón, y al finalnuestra cara no transmite esa alegría
sino la nostalgia, una melancolía que no es sana».
«A veces estos
cristianos melancólicos tienen más cara de pepinillos en vinagre que de
personas alegres que tienen una vida bella», añadió.
«La
alegría no puede quedarse quieta: debe caminar –continuó–. La alegría es
una virtud peregrina. Es un don que camina, que camina por los senderos de la
vida, camina con Jesús,predicar, anunciar a Jesús, la alegría, alarga el
camino, lo amplía. Es una virtud de los grandes, de los grandes que están
por encima de las nimiedades, por encima de las pequeñeces humanas,
que no se dejan implicar en las cosas pequeñas internas de la comunidad, de la
Iglesia: miran siempre al horizonte».
«La alegría
es una peregrina», afirmó. «El cristiano canta con alegría y camina llevando
esta alegría», dijo.
«Es una
virtud del camino, incluso más que una virtud, es un don: un don que
nos lleva a la virtud de la magnanimidad –destacó–. El
cristiano es magnánimo, no puede ser pusilánime: es magnánimo. Es propio de
la magnanimidad la virtud del respirar, es la virtud de ir siempre adelante
pero con el espíritu lleno del Espíritu Santo. Es una gracia que debemos pedir
al Señor. La alegría. En estos días de modo especial, porque la Iglesia
se invita y nos invita a pedir la alegría y también el deseo».
Según
Francisco, «lo que lleva adelante la vida del cristiano es el deseo... cuanto
más grande es tu deseo, más grande será la alegría. El cristiano es un
hombre, una mujer de deseo: desead siempre más en el camino de la vida.
Pidamos al Señor esta gracia, este don del Espíritu: la alegría cristiana.
Lejana de la tristeza, lejana de la alegría simple…. Es otra cosa. Es una
gracia que hay que pedir».
Hoy,
concluyó el Papa Francisco, hay un motivo bello de alegría por la
presencia e Roma de Tawadros, el Patriarca de Alejandría. Es un motivo de
alegría, destacó, «porque es un hermano que viene a reunirse con la
Iglesia de Roma para hablar», para hacer juntos «un tramo del camino»
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