La casa
blanca con tejas rojas que lleva más de un siglo erigida en la avenida Seymour
de Cleveland (Ohio, Estados Unidos) solo proyecta ahora la sombra del pasado.
La de esa década en la que tres chicas fueron retenidas en su interior en
contra de su voluntad y recibieron múltiples abusos y vejaciones hasta que
fueron liberadas hace una semana.
El pasado
que orquestó Ariel Castro, un hombre de 52 años, cuando las raptó y las
prohibió salir mientras él satisfacía sus oscuros impulsos sexuales. Ahora, sin
embargo, el principal objetivo es impedir que la gente entre en ella. Y que la
vea, y recuerde el suceso que ha conmocionado a esta comunidad del Medio Oeste
estadounidense.
Las chicas
que estuvieron ahí secuestradas, cuando pasen por aquí, no deberían ver esto y
recordarles lo que vivieron", opina Johnny Wright, un vecino. "Lo que
tuvieron que soportar, no lo tendría que haber soportado ningún ser
humano".
El asunto
no es, por desgracia, tan simple. Primero porque esa casa, construida en 1890,
reformada en 1950 y adquirida por Castro 42 años más tarde, es hoy una prueba
judicial de dos plantas. Por mucho que los vecinos sostengan ahora, en inusual
unanimidad, que deba ser derribada, no deja de estar llena de pruebas contra
Castro.
De ahí que
desde hace unos días se estén cubriendo las puertas y ventanas con maderas para
evitar la llegada de intrusos. Irónicamente, esto convierte a este singular
edificio en una casa abandonada más de la avenida Seymour, una zona azotada con
particular dureza por la crisis financiera de 2008.
Por otro
lado, hay cierto caos fiscal alrededor de la vivienda: Castro dejó sin pagar
miles de dólares en impuestos y la casa no puede pasar a ser propiedad del
ayuntamiento hasta que no se resuelva ese asunto.
En los
próximos día se erigirá una verja temporal de unos tres metros a su alrededor.
Es imperativo proteger la construcción, insiste el concejal Brian Cummings, de
gente que pueda prenderle fuego en un arrebato de justicia individual.
Añade
Cummings que es demasiado pronto para saber qué hacer con ella. "La clave
es que queremos respetar los deseos de las víctimas y es demasiado pronto para
saber qué deseos son esos", ha añadido.
Efectivamente,
éstas están, de momento, demasiado ocupadas disfrutando de su primer contacto
con sus familias como para pensar en esas cosas. Han pedido tiempo y respeto a
su intimidad.
"Estoy
feliz de haber vuelto a casa y quiero agradecerle a todo el mundo por su apoyo.
Por ahora solo quiero estar con mi familia", ha anunciado Gina DeJesus,
una de ellas, a través de su abogado. Ha pasado mucho desde que tenían 14, 16 y
20 años y su juventud se vio truncada por la mala decisión de subirse al coche de
un desconocido llamado Ariel Castro.
Algo
parecido dijo Michelle Knight este fin de semana, cuando por fin salió del
hospital. Ella fue la primera en ser secuestrada y la última en querer dejar el
hospital. Todavía no está claro cuándo verá a su familia. "Estoy bien de
salud, de buen humor y a salvo", dijo antes de adentrarse en una libertad
que no ha conocido en años. "Me pondré en contacto con mi familia y
allegados cuando el momento sea adecuado".
Más
lacónico fue el comunicado de Amanda Berry, la chica que llamó a la policía la
semana pasada y puso fin a la historia. "Gracias a todos por todo lo que
habéis hecho y seguís haciendo", se leía. "Estoy feliz de estar con
mi familia".
Según Jim
Wooley, el abogado de las tres, ninguna de ellas hablará con los medios hasta
que se haya terminado el juicio contra Castro, que ahora está en la cárcel bajo
una fianza de ocho millones de dólares.
"Hay
que darles tiempo, espacio e intimidad para que vuelvan a sentirse
fuertes", concluyó Wooley.
Fuente: Yahoo! España
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